Este patio que hoy sirve de área de acceso a la Torre de Don Fadrique, fue durante mucho tiempo parte de las huertas del monasterio. Estos terrenos comenzaron a degradarse en el siglo XIX, cuando la comunidad religiosa, para intentar paliar el declive económico que junto con la ciudad experimentó el convento, se vio obligada a la venta de terrenos periféricos como éste. Santa Clara no llegó a sufrir la exclaustración que padecieron muchos conventos durante el periodo de las desamortizaciones de los gobiernos liberales del XIX, pero durante esa época las monjas tuvieron que renunciar a la vida comunitaria y llevar formas de vida más laica, más abierta al público, que las además obligaba a acoger huéspedes en el recinto. Todo esto se traduce en un abandono de los dormitorios comunes, la instalación en celdas individuales y la configuración de toda una arquitectura doméstica, con cocinas, lavaderos, dormitorios.
Este progresivo paso de vida conventual a particular que tuvo lugar en el convento durante el XIX, puede explicar el que las huertas van dejando de ser espacios productivos, destinados a cultivar plantas que sirvan de alimento a las habitantes del convento, para convertirse en espacios de tránsito que son decorados con plantas sobre todo de tipo ornamental, como la enorme Costilla de Adán que trepa por uno de los muros de este entorno.